miércoles, 4 de julio de 2012

La divertida historia del nacionalismo orgánico (Parte IV)

Ser judío en Europa

Quienes piensen que eso de la caza mayor del judío solo es cosa de nazis está muy equivocado, era un deporte tradicional que se estaba perdiendo en Europa occidental, por eso de las cartas de derechos y esas cosas hippies, pero en el Este cada vez estaba más de moda, no era un deporte elitista, era un deporte popular.

En el viejo y vasto Imperio Ruso dónde la mayoría de la población trabajaba en el sector del trigo, existían poblados judíos, eso del judío prestamista  usurero no era una realidad, de hecho excepto por la religión y ciertas costumbres derivadas de la misma, pasaban por las mismas penurias que el resto de súbditos rusos, de hecho estoy seguro de que si algún españolito se paseara por ahí a finales del XIX, no notaría la diferencia entre un pope ortodoxo y un rabino.

Pues ahora viene lo diver, cada vez que había un conflicto social, económico o de carácter  cíclico, los súbditos del zar se dirigían a los poblados y los mataban a todos, también existía otra modalidad, la de extorsionarlos hasta que te dieran todas sus posesiones y luego los mataban a todos. Este tipo de caza mayor se denominaba pogromo.



Ante estos hechos, el instinto natural de supervivencia les hacía marchar al Oeste, refugiándose en las ciudades más occidentales del imperio, sobretodo en la Polonia rusa, dónde los judíos polacos les daban cobijo, viendo los urbanitas polacos cómo crecían y crecían los barrios judíos, los poblados agrícolas judíos pasaron a ser guetos urbanos, repitiéndose la historia de antes. (es que a las autoridades zaristas eso de los derechos humanos...)

Y es en este punto del XIX, cuando una gran oleada huyendo de sus vecinos, empezaron a refugiarse en los imperios fronterizos, me refiero a Alemania y Austria-Hungría, auténticos Estados de derecho, pero existía un problemilla, mientras las comunidades askenazis (judías del Este) habían crecido y evolucionado más o menos aisladas de sus vecinos, en estos Imperios, eran ciudadanos de primera, fíjense en Austria, dónde existía una auténtica libertad de cultos, por lo que ni la ropa, las costumbres o el idioma diferenciaban a un judío de otras personas de confesión diferente.

Todos conocemos a Sigmund Freud, que es un buen ejemplo, era un ciudadano austro-húngaro, nacido en Moravia (Chequia) pero en una zona de mayoría alemana, por lo que era un alemán de confesión judía nacido en una parte del Imperio donde la etnia mayoritaria era la checa, no hay ningún problema, por mucho antisemitismo que hubiera, esto era una realidad, al igual que Freud, muchos judíos eran ciudadanos respetables, importantes académicos, tenderos, agricultores...

Con la llegada masiva de estos refugiados, en la sociedad civil empezaron a aumentar las tensiones, muchos partidos políticos europeos se declararon antisemitas, ¡Incluso en Francia dónde prácticamente no habían!. Casi cuarenta años antes del nazismo, la Unión de partidos antisemitas alemanes planteó el exterminio de los judíos, el siglo XX en europa no parecía empezar con muy buen pié para el judaísmo.

Muchos optaron por irse a América o a tierra santa, donde organizaciones judías se encargaban de dar cobijo a refugiados, ayudarlos, facilitarles empleo o acceso a tierras. La comunidad judía internacional se dividió en dos posturas. La obvia: antes que judíos somos ciudadanos de nuestros países, americanos, ingleses, holandeses, alemanes, suizos... y por lo tanto mientras se respete el Estado de derecho y la libertad de cultos, aquí nos quedamos. La religión no determina la nacionalidad.
Y la menos menos obvia, debemos irnos a tierra santa a esperar la llegada del mesías y crear un Estado judío, lo contrario es esperar a que nos maten. Las ligas antisemitas estaban a favor de esta última, así como muchos de los emigrados que habían sufrido los pogromos en sus carnes.

La gran cuestión es si realmente eran cromos sin álbum, porque en occidente es innegable que formaban parte de la ciudadanía activa, se sentían (y se sienten) alemanes, belgas, austriacos... El hecho de que no seas católico no te hace menos español o francés, que uno que si lo sea, muchos creen que el nazismo perdió la guerra, por lo que veo en los medios y en los libros, han ganado.

Si yo fuera español de confesión judía, ¿alguien podría negarme que soy español? y si en vez de serlo ahora, lo fuera en los años treinta... que casualidad, tampoco. Sin embargo si hubiera vivido en Alemania siendo judío en los años treinta, para los libros de historia no sería alemán... algo me dice que el nazismo no ha perdido del todo.

En la próxima entrada hablaremos del nacionalismo orgánico en la conformación del fascismo y de su influencia en el comunismo. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante, continua así

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