domingo, 23 de octubre de 2016

Toda trinchera hace frente



Hoy he estado hablando con compañeros de otro partido político, cargos orgánicos concretamente; son un partido viejo de carácter nacional y sin representación que por supuesto ha sacado más votos que UPYD en las últimas elecciones. Me han ofrecido unirme y en contrapartida me he visto obligado a preguntarles sobre su actividad a nivel local, ya que son cientos en Valencia y nunca los he visto en una junta de distrito y eso que su sede está a 200 metros de la junta de Ruzafa.

La respuesta ha sido desconcertante, concretamente que la política local no es la base de su partido y que ellos se organizan para cambiar las cosas a nivel nacional; que en el momento político actual no toca (ni ahora ni hace cuarenta años por lo visto). Es curioso que las palabras "moción", "PGOU", "propuesta de acuerdo" o "contencioso" les sonaran a chino (guiño, guiño), tampoco sabían a qué órganos institucionales corresponden los tres poderes, dónde reside la soberanía según la Constitución, ni en qué estructuras podían participar como partido sin representación. De hecho uno de los componentes ha hecho mofa de todos estos conceptos tildándolos de “cosas legales”, que ellos se dedican a “difundir su programa” y a “organizar la organización para organizar las cosas” y las tres cosas que me han dicho que organizaban han sido cuestiones puntuales en el ámbito nacional a lo largo de la última década y campañas electorales.

Señores, esto sería una anécdota si solo ocurriera en partidos marginales; la triste realidad es que es así en todos los partidos políticos y estos dos años de campañas electorales sin descanso han acentuado todavía más el problema:

La mayoría de las personas que conozco no se han dado cuenta de que centrándose en el culebrón parlamentario, lo único que hacen es opinar de contenidos de fácil acceso que ya vienen masticaditos desde todos los medios: prensa, radio y televisión; de fácil polarización y posicionamiento, en los que no pueden hacer absolutamente nada, destruyendo la poca conciencia y militancia política que quedaba en las bases del activismo político:

Para qué centrarnos en las cosas que podemos cambiar como ciudadanos y en las que podemos participar directamente, teniendo que ir a juntas, a plenos, a reuniones informativas o recurriendo a prensa de más baja difusión “picando directamente la información” que va a repercutirnos en el día a día y que nos va a generar una rutina de acción política y un rodaje con el funcionamiento institucional: Registros de entrada, seguimientos políticos, reuniones con formaciones, secretarios y concejales. Pero cuya recompensa es nula a los ojos de los medios aunque realmente forjen la base de un proyecto político en el siglo XXI.


¿Para qué realizar esa pedagogía política? Tal vez para tener una democracia saneada y unos partidos en los que la militancia sirva para algo más que para pegar carteles. Es muy bonito soñar con liderar un cambio político en España sin pisar la trinchera que tienes frente a la puerta de tu casa, luego pasa lo que pasa: los malos ganan y todos perdemos; pero la gente contenta porque tiene muchos “me gusta” o “retuits” en sus comentarios sobre esa noticia que ha salido por la tele o en El País.

jueves, 9 de junio de 2016

Empatía e identidad

Siempre he respetado que cada cuál defienda su identidad, sea la española, la saforahui, la valenciana o la kurda. Entiendo que las personas que se sienten parte de una identidad colectiva, la defiendan o la impulsen para ampliar el gremio y de paso generar diferentes formas de cultura de la que al final nos enriquecemos todos.

Sí, la identidad mola, pero al igual que todo, cuando se politiza se convierte en mierda.

La política en España saca lo mejor y lo peor de cada uno, pero en estos tiempos ha pasado a ser un show mediático que cada vez se asemeja más a un duelo entre ultras futboleros y las elecciones parecen ya la final de la Champions.

Si al menos ciertas burradas solo perjudicaran a los implicados, lo entendería y lo respetaría, pero no, acaban afectando a toda la sociedad.

Lo último es el vídeo que se ha viralizado sobre una turista entrevistada por los informativos de Antena 3 que afirmaba estar confundida por las señales en valenciano colocadas en Valencia por la administración de Joan Ribó. Al final ha resultado que ni era turista ni estaba confundida, ya que como muestran grabaciones donde ella presenta programas de televisión en perfecto valenciano, era una nativa más con el agravante añadido de que ha trabajado para el grupo A3Media.

He estado asistiendo a varias Juntas de Distrito en Valencia de diferentes temáticas y no he podido resistirme a preguntar a miembros de asociaciones vecinales sobre el tema, la respuesta siempre ha sido la misma independientemente del color político:

"preferimos que estén en las dos lenguas, ya que en Valencia mayoritariamente hay castellanoparlantes y no queremos que se armen líos por estos temas, ya que oscurecen los problemas reales que solemos tratar en las Juntas y que son menos jugosos para la prensa, aunque no supone ningún problema el hecho de que solo estén en valenciano para los vecinos"

En pocas palabras, no hay un estado de crispación en la ciudad por la señalización en valenciano.

¿Por qué quieren vender los medios un malestar inexistente en mi ciudad en prime time?¿Es porque gobierna Joan Ribó? Por todos es sabido que no soy muy fan del Bloc ni del nacionalismo en general, Ribó tiene sus luces y sus sombras pero no es el gran Satán ni come niños y estoy convencido de que su gestión es infinitamente mejor que la de su predecesora Rita Barberá.

Ahora bien, personalmente prefiero que los carteles y señales estén en las dos lenguas oficiales, no porque los que hablan castellano sean subnormales y no entiendan el valenciano, sino porque representa mejor la pluralidad y la paz social que existe en Valencia, paz social que nacionalistas y oportunistas de todos los signos y banderitas no dudan en intentar romper para vender unas siglas y unas políticas, a mi entender erróneas.

Joan Ribó nació en Cataluña, Grezzi en Italia, Ximo Puig en Morella y Zaplana en Cartagena, sintiéndolo mucho, para bien o para mal todos ellos son valencianos, primero porque viven en Valencia (Aunque de Zaplana no sé nada) y segundo porque quieren serlo: a mí me vale, no voy a ser yo quién tenga el monopolio para decidir quién o qué es valenciano o no lo es.

El problema son las personas y organizaciones que se arrogan dicho monopolio, seamos serios, el valencianismo blavero político (también llamado secesionista lingüístico) desde el hundimiento de Unió Valenciana es marginal, de la misma manera que el valencianismo independentista de corte catalanista, representado por ERPV-ERC y las CUP apenas tiene aceptación social.

Al final, el identitarismo ha quedado difuminado y dividido en política valenciana en dos bloques: Cs y PP tienen tics blaveros y PSOE, IU y Podemos tics fusterianos; luego está Compromís donde conviven diferentes concepciones de valencianía de la que hacen bandera y razón social.

Excepto Compromís ¿Por qué el resto de partidos con representación hacen discursos identitarios? Porque electoralmente sale rentable: asociar PSOE-IU-PODEMOS con el catalanismo es gratis y da votos, de la misma manera que si reivindicas supuestos agravios históricos durante el absolutismo y los asocias con una mala financiación o con competencias del Estatuto de Autonomía en pleno siglo XXI, consigues vender un discurso sencillo, épico y resultón.

Soy consciente de mi cuñadismo y que a veces puedo ser un demagogo, pero tengo que dejar clara una cosa: si alguien quiere defender políticas identitarias porque es nacionalista, está en su derecho y es legítimo; si esas propuestas tienen aceptación social y mis planteamientos no, pues adelante.

No me cansaré de recordar que un derecho se caracteriza por su universalidad, los derechos LGTB no son solo de los colectivos LGTB, son de toda la sociedad, de la misma manera que el derecho a la libertad de culto no es patrimonio solo de los creyentes, cuando un derecho no es universal, es un privilegio y en la España del siglo XXI aún quedan muchos por abolir o universalizar.

Cuando entramos en derechos lingüísticos la cosa no cambia, dichos derechos no son patrimonio exclusivo de una comunidad de hablantes, sean castellanoparlantes o valencianoparlantes, son derechos colectivos de ambos. Las lenguas no tienen derechos, las personas sí.

Esto implica que cuando una persona no puede acceder a una carrera en valenciano, porque solo hay docencia en castellano, se están violando sus derechos, de la misma manera cuando no hay documentos oficiales en castellano. Gobernar para todos no puede ser tan difícil si realmente hay vocación de servicio en los gobernantes. Es sencillo.

A la mayoría de las personas de mi contexto social les importa un pepino si es en valenciano o castellano, primero porque somos bilingües y segundo porque no somos talibanes. Pero soy consciente de que no es la norma y no empatizar con personas que viven realidades diferentes es un error. Empatía señores, empatía.

Sin empatía nos radicalizamos y deshumanizamos innecesariamente a personas como nosotros que en el fondo solo quieren un mundo más justo y ser felices.

lunes, 30 de mayo de 2016

Separación Iglesia-Estado para borderlines

En mi pueblo, se han puesto de acuerdo la mayoría de concejales para protestar institucionalmente por lo que ha dicho en su lugar de trabajo, un delegado provincial de una organización que dirige un tío empadronado en el Vaticano y que trabaja de portavoz de un ser mágico que vive en el Espacio.

Se ve que el director de esa franquicia provincial ha dicho a sus seguidores en una concentración ritual, que sólo el modelo de familia que defiende el Hombre del Espacio en el que creen es el correcto, y que los otros modelos que no son los que dicta ese ser supranatural a través de sus siervos ordenados en su ciudad santa, son inválidos para dicha criatura y sus mortales seguidores.

Mi pregunta es la siguiente:

¿Qué pretenden conseguir utilizando las instituciones para protestar contra el mensaje que ha comunicado este religioso a sus prosélitos?

A ¿Que no pueden defender su modelo de familia en sus lugares de reunión?

B ¿Que ese clérigo tiene que adaptar su discurso de modelo de familia a la realidad social al margen de lo que diga el Hombre del Espacio?

C ¿O que tiene que hablar con dicho ser supranatural para que actualice otra vez el sistema de valores que promueve, por lo menos en la Diócesis (franquicia) que dirige esa persona en Valencia?

Si estos políticos defendieran la separación Religión/es-Estado, (conocida como Iglesia-Estado, por ser el Catolicismo Romano la religión más extendida) no habrían utilizado un ayuntamiento para protestar por lo que dice o deja de decir un señor que afirma transformar pan y vino en el cuerpo y la sangre del hijo de su Dios que murió en el siglo primero.

Habrían protestado a nivel individual o de partido tras denunciar por la vía judicial al cabecilla religioso en cuestión, para que sea un juez quien, en el caso de que hubiera vulnerado la ley, aplique la sanción adecuada a ese iluminado.

Si desde las instituciones del Estado pretendemos adaptar los discursos religiosos a la realidad social, luego no nos quejemos que desde las organizaciones religiosas traten de influir en las competencias del Estado (Educación, Sanidad, Cultura, Hacienda, Defensa, Jefatura del Estado etc.) para mantener sus chiringuitos.

El único deber de cualquier ciudadano sea un taxista ateo, una carnicera vegana o un arzobispo católico es cumplir la ley y el Estado debe utilizar su monopolio de la violencia legal para que las leyes se cumplan.

Esto último es defender la Separación Iglesia-Estado y el propio laicismo institucional; lo contrario es hacer de los gerifaltes de los chiringuitos montados alrededor de los diferentes hombres espaciales y seres mágicos, interlocutores válidos del Estado con sus criaturas imaginarias.


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